El domingo comimos temprano y a las 15 horas salimos con las motos para ir a tomar el café mirando al mar. Una vez cumplida la primera misión, bajamos por el puerto callejeando. Y de repente, en la terraza de uno de los bares del puerto, vimos una orquestina cubana cantando a todo ritmo.
Allí nos bajamos y nos sentamos a tomar un gin-tónic.
Tarde de sorpresa agradables, y hasta Laquetecuén se animó a hacerle un pase jotero privado al dueño del restaurante (antiguo conocido).
Ricos los gintónics, divertido el ritmo cubano, y tarde de domingo como nunca nos hubiéramos imaginado, sobre todo después de tanta beatificación
Hola, gracias a blogs amigos he conocido el tuyo, me ha encantado, es un placer leerte.
ResponderEliminarCon tu permiso me quedo. Besos y abrazos.
Encantada de recibirte en mi casa, que también es la tuya
EliminarUn abrazo
Esa botella tiene buena pinta.
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