martes, 29 de enero de 2013

El mismo sol de todos los veranos

No sabría decir cuantos años hace que nos conocemos, pero recordando ahora veo que casi 40 años. Apareció en mi vida cuando mi madre se quedó viuda y sus amigas empezaron a ser viudas también. Y ella era huerfana como yo. Nuestros padres habían hecho la carrera juntos, nuestras madres amigas, y nosotras ya unidas por ese destino de lazos tan familiares.

Y mi madre, que no quería ir de veraneo a ningún sitio donde hubiera ido con mi padre, empezó alquilando un piso en su pueblo, marinero, pescador, cantábrico y milagroso, y casi 40 años veraneando en el mismo pueblo, el mismo mar de todos los veranos, la misma gente de todos los veranos...

Crecimos juntas. Ella era la jipi, la progre, la despistada... mil anecdotas tendré para contarle algún día a su hija, que ahora es íntima de mi sobrina, y nos reiremos de las ocurrencias de su madre, de sus inmensos despistes que nos hacían quedar mal en cualquier sitio.

Cuando murió su madre, fue como si la mía se hubiera vuelto a quedar viuda. Lloramos tanto, nos asustó tanto esa muerte repentina, que durante mucho tiempo me levantaba de la cama para escuchar si respiraba, calladita, desde la puerta...

Ella tuvo un novio de toda la vida que era marqués y de alta cuna, y ella se desenvolvía fatal en aquellos selectos ambientes de la nobleza provinciana. Cuando lo dejaron, lloró mucho, mucho... en poco tiempo se había quedado sin madre, sin hermano, sin novio. Es cierto, acabo de recordar que al poco de morir su madre, su hermano tuvo un accidente de coche que tras unos meses de coma, acabó en el vacío.

Pasabamos los veranos como se deben pasar: playa, bares, discoteca, ligues, juventud, derroches de energía, bailar, desfasar... y tapándonos, encubriéndonos una a la otra, unas a otras, como con todas las de la pandi.

Apostábamos quién sería la más morena cuando llegara el 16 de julio. Ella se echaba de todo: Nivea con iodo, aceite de oliva con vinagre... Estar a su lado en la playa era como haber llevado una ensalada. Brillaban sus piernas con todos los potingues que se echaba. Nunca se había depilado, y ahora veo esas piernas brillantes de aceite y grasa....

Pasó unos años muy malos, muy sola, pero luego encontró a un buen tipo y se casaron. Empezamos entonces a perder contacto porque yo también dejé de ir al pueblo con tanta frecuencia. 

Estos últimos años que volvimos al pueblo, nos reencontramos. Estaba como siempre. Por la tarde, en vez de vino o cañas, se tomaba sus gintónics con la misma facilidad que toda la vida. Su marido, su niña, su pequeña yorkie. Buen trabajo, calidad de vida....

Ahhh, pero faltaba el mismo sol de todos los veranos, que quería cobrarse la deuda de tantos rayos en su piel. 

Se está muriendo. La piel tiene memoria, y a mi me deja sin todos esos veranos de mi juventud.

Maldito sol, maldita piel


lunes, 7 de enero de 2013

a disfrutar

La verdad es que no tengo unos especiales propósitos para empezar el año, así que año nuevo y vida igual que siempre.

Bueno, me gustaría escribir algo más, pero me puede la vagancia y la desidia.

Sigo viva y muy tranquila con Laquetecuén y con el Paco, así que

a disfrutar