sábado, 8 de diciembre de 2012

Don Ángel

Hoy que leeis esto, hace 28 años que se murió mi abuelo, el hombre más importante de mi vida (más aún que mi padre, que se murió siendo yo pequeña).

No ha pasado un día desde aquella Inmaculada de 1984 que dejara de acordarme de él. Cuando se murió mi abuela, se vino a vivir con nosotros. Era simpático, prudente (se desenchufaba el sonotone cuando intuía bronca), culto, gran lector, republicano, militar represaliado, hombre de grandes amigos, y sobre todo, generoso, muy generoso.  En su armario, dejaba los fajos de billetes de cien pesetas para que mi hermano y yo nos nutriéramos de ese maná que nunca se agotaba. Jugabamos al ajedrez y me hacía trampas el puñetero, y además era un gran embustero, pero era simpático, un pillo simpático que tuvo una gran suerte en su vida, y como sietemesino que era, nació de pie, siempre lo decía.

Me llevaba al circo, por eso yo tuve la suerte de ver a Pinito del Oro poco antes de retirarse. Veraneaba con nosotros, y todos nuestros amigos luchaban por sentarse a su mesa, con sus cervezas, su varita de bambú, su salakof y su guayabera. Mi abuelo tenía el billetero abierto para invitar a una cerveza, oir una conversación inteligente y reirse del mundo, aunque también se cagaba en todo cuando leía que habían ascendido a algún subordinado suyo y él se había quedado atrás, tan atrás como ese negro franquismo le había obligado.

Don Ángel fue para mí muy especial, y lloré para vestirlo el día de su muerte tanto como disfruté con él de sus historias, de su compañía, de su buen hacer. Nos enseñó algo que mi madre nunca supo transmitirnos, ser bon vivants y disfrutarlo todo como si fuera lo único. Y me enseñó a beber cerveza de la botella,  y de vez en cuando, después de dar un buen trago, cierro los ojos y suspiro y digo: qué buena está.

Y pienso: a tu salud Don Ángel 

Y te mereces que todos lean tu reparación, es el regalo que mi hermano facha ha conseguido para ti. Enhorabuena